Llevo pocos días incorporado a esta Cáritas de San Marcos y
me siento como en casa, por supuesto que me han recibido con los brazos
abiertos, y me tratan demasiado bien sin mérito alguno por mi parte todavía.
En pocos días hemos acogido a dos familias; ahora tenemos
que pedirles más papeles, más pruebas de si reciben otras ayudas de los
servicios sociales y cuantas. Yo no digo que esté mal esta medida, al
contrario, quizá está pensado para que de verdad lleguen a quienes más lo
necesitan los recursos de que disponemos, que no aumentan al ritmo del número
de familias que cada día vienen a pedir ayuda.
“Yo lo que quiero es trabajar”, afirma un hombretón desde la
puerta, todavía con aspecto muy saludable y un tono de voz fuerte y decido; muy diferente de aquel que lleva varios meses
sin trabajo, él y ella, con dos hijos o más, y le cuesta conciliar el sueño
cada día, penando qué puede hacer al día siguiente, dónde puede ir que
encuentre un motivo para esperar, para
confiar; porque cuando vuelva sus hijos le pedirán algo, a lo que estén
acostumbrados, y quizá no tenga ni fuerzas para darle un abrazo.
Se necesita mucha comprensión, pero también abrir bien los
ojos, todos tenemos cerca a alguien que lo está pasando mal, nosotros mismos
nos tentamos los bolsillos cada día y cada día tenemos menos, pero ello no nos
debe impedir ser generosos, compartir una moneda, un gesto, y una palabra, eso
a veces es suficiente.
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