Hoy celebramos la fiesta más importante, y entrañable,
porque vivimos el nacimiento del Niño Dios.
Pero, ¿qué celebramos con esta fiesta? En la Exhortación Evangelii Gaudium el Papa nos dice que
no podemos vivir al margen del mundo, como si fuéramos perfectos, tenemos que
salir a contagiar el evangelio a aquellos que no lo conocen o lo abandonaron.
La fiesta que celebramos es importante aunque haya pasado
desapercibida durante mucho tiempo. Nos invita a imitar a Cristo, así como Él
se hace carne como la nuestra, nosotros
tenemos que aprender a tomar la carne de los que nos rodean, compartir
sus preocupaciones y dificultades. Así, como nosotros hemos sido salvados, nosotros
nos entregamos a los demás, cumpliendo
la misión de Cristo, la de cambiar el mundo.
En cambio, a menudo nos colocamos por encima de los demás y
los juzgamos, vemos sus faltas y las nuestras las ocultamos. Si Cristo ha
tomado lo mejor de nosotros para salvarnos, hagamos nosotros lo mismo con los
demás, vayamos a su encuentro, a su mundo, donde tienen lugar sus problemas y
desgracias. Debo ser capaz de descubrir en los demás todo lo que pueden
ofrecerme a mí, aceptar que viven la fe de muchas maneras, y aún son capaces de
pedir a Dios mejor que nosotros mismos.
El amor de Dios se nos da en un Niño, lo tenemos delante,
entre nosotros, esto me mueve a no colocarme por encima de los demás, a
tenderle la mano sin prejuicios; extender los brazos, como Cristo en la cruz,
acogiendo a todos para que puedan llegar a Cristo.
Que el Nacimiento del Niño Dios nos descubra cómo vivir todo
lo que el Señor nos ofrece, y cómo comunicarlo a aquellos que lo desconocen, y
a aquellos que quizá lo han abandonado por culpa de los que dicen creer.