miércoles, 8 de enero de 2014

De la Homilía del P. Ignacio. Misa de la Vigilia de la Navidad




Hoy celebramos la fiesta más importante, y entrañable, porque vivimos el nacimiento del Niño Dios.

Pero, ¿qué celebramos con esta fiesta? En la Exhortación Evangelii Gaudium el Papa nos dice que no podemos vivir al margen del mundo, como si fuéramos perfectos, tenemos que salir a contagiar el evangelio a aquellos que no lo conocen o lo abandonaron.

La fiesta que celebramos es importante aunque haya pasado desapercibida durante mucho tiempo. Nos invita a imitar a Cristo, así como Él se hace carne como la nuestra, nosotros  tenemos que aprender a tomar la carne de los que nos rodean, compartir sus preocupaciones y dificultades. Así,  como nosotros hemos sido salvados, nosotros nos entregamos  a los demás, cumpliendo la misión de Cristo, la de cambiar el mundo.

En cambio, a menudo nos colocamos por encima de los demás y los juzgamos, vemos sus faltas y las nuestras las ocultamos. Si Cristo ha tomado lo mejor de nosotros para salvarnos, hagamos nosotros lo mismo con los demás, vayamos a su encuentro, a su mundo, donde tienen lugar sus problemas y desgracias. Debo ser capaz de descubrir en los demás todo lo que pueden ofrecerme a mí, aceptar que viven la fe de muchas maneras, y aún son capaces de pedir a Dios mejor que nosotros mismos.

El amor de Dios se nos da en un Niño, lo tenemos delante, entre nosotros, esto me mueve a no colocarme por encima de los demás, a tenderle la mano sin prejuicios; extender los brazos, como Cristo en la cruz, acogiendo a todos para que puedan llegar a Cristo.


Que el Nacimiento del Niño Dios nos descubra cómo vivir todo lo que el Señor nos ofrece, y cómo comunicarlo a aquellos que lo desconocen, y a aquellos que quizá lo han abandonado por culpa de los que dicen creer.

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